miércoles, 9 de enero de 2013
Relatos manu militari. ¿Reconciliación sin convivencia?
Txarli Gonzalez eta Marisol Elustondo, Eusko Lurra Fundazioa * E.H
Resulta meridianamente claro que cuando desde el PP, UPN, UPD y el PSOE (e incluso algunos sectores del PNV) proclaman que en relación al conflicto político vasco, cuya existencia por otra parte tan desaforadamente niegan, deberá de existir un único relato sobre lo ocurrido (naturalmente el suyo), no hacen sino poner en evidencia su impotencia para convencer a la sociedad vasca de las bondades de su propio relato. Peor aún, para convencer siquiera a la parte de la sociedad con sentimientos más españolistas de la verosimilitud de su relato. Es por ello que sólo entienden como viable la imposición “manu militari” y judicial de sus teorías de buenos y malos absolutos (con continuas exigencias de solicitud unilateral de perdón, condena, prohibición de actos, documentales, libros, homenajes…) a una sociedad lo suficientemente crítica y madura para reconocer la realidad que ha tenido y tiene delante de sus narices: la existencia de un conflicto político que hundiendo sus raíces mucho más atrás en la historia, alcanza cotas de genocidio durante el levantamiento militar, fascista, rabiosamente españolista y monárquico del 36 (con cifras de víctimas similares a las de Bosnia en muchas localidades de Euskal Herria) y los posteriores años del franquismo. Y también su posterior deriva a una situación de terrorismo de Estado continuado que se perpetuó con mayor o menor intensidad tras la reforma franquista, al no haberse depurado los diferentes aparatos del Estado, y que dejan encima de la mesa, según las listas todavía abiertas de la Fundación Euskal Memoria y otras, la cifra de unos 450 muertos y desaparecidos en los últimos 50 años, además de decenas de miles de torturados, detenidos y encarcelados bajo diferentes legislaciones de excepción, heridos por fuerzas policiales y parapoliciales… Cifras suficientemente significativas como para hablar de terrorismo de Estado y no de “excesos aislados de las fuerzas de seguridad”.
Y frente a ello la existencia de una lucha armada que también ha generado múltiples “VICTIMAS DE VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS Y OTROS SUFRIMIENTOS INJUSTOS PRODUCIDOS EN UN CONTEXTO DE VIOLENCIA DE MOTIVACIÓN POLÍTICA,” por usar la misma terminología utilizada por el gobierno de Patxi López con la bendición del PNV y ex parlamentarias de Aralar como Aintzane Ezenarro, para maquillar la mera ilusión de que se está empezando a reparar de alguna manera a las víctimas del terrorismo de Estado. Parcas compensaciones económicas para algunas víctimas y una gran campaña de autobombo para el Gobierno de Patxi Lopez, aderezado todo ello con evidentes esfuerzos de confundir a la sociedad en la constitución de la ponencia parlamentaria, rebautizando unas acciones que no son otra cosa que terrorismo de Estado. No deja de ser curioso que los mismos que se desgañitan negando la naturaleza política del conflicto se apresuren a proteger las tropelías de los funcionarios del Estado español a sus órdenes bajo el manto de “La motivación política” para asesinos y torturadores. Mientras que a la otra parte la definen como terroristas sin motivación política alguna. Volvemos a los “caballeros mutilados” ex combatientes del bando franquista con asiento reservado en autobuses y tranvías y los “putos rojos cojos” que se sientan en el suelo.
Porque la pregunta que algunos gurús del relato único deberían de hacerse, no es sobre las razones por las que la gente de izquierda abertzale no acuden a los homenajes a las víctimas de ETA, sino por qué no acuden a los mismos una importante parte de la sociedad que, supuestamente y en función del relato “correcto” de la realidad, comulga con los planteamientos oficiales.
Las patéticas cifras de asistentes a las últimas manifestaciones de lo que fue el buque insignia de la ideología del “relato único”, “Gesto por la Paz”, son el claro exponente del fracaso del intento de socialización de las teorías maniqueas de algunos, por más que toda la batería mediática de la que disponen, incluyendo unos medios públicos parciales y manipuladores hasta la náusea, se desgañiten haciéndoles la campaña aleccionadora. Miniseries televisivas cutres para manipular la historia de la reforma política incluidas.
La cuestión que deberían de contestar es, por qué algunas víctimas de este conflicto, tienen el apoyo institucional, judicial, policial y mediático en el conjunto del Estado, y en Euskal Herria carecen del apoyo social; a la inversa de lo que sucede con otras víctimas que son ninguneadas, vejadas y apaleadas desde el poder, pero concitan el apoyo de miles de personas en actos de solidaridad y homenaje, ante los que no se les ocurre nada más original que la prohibición, la represión y la amenaza de cárcel, victimizando aún más a algunas de las víctimas y creando de paso otras nuevas.
Algunos, con la FAES como ideóloga a la cabeza, llevan años pretendiendo y en gran medida logrando, dar a las asociaciones de víctimas de ETA el mismo papel que cumplieron las asociaciones de excombatientes franquistas en los años de la reforma política. Presionar para condicionar cualquier avance democrático que solucione de una vez este largo conflicto político y permita, en los próximos años, una mínima convivencia social entre las múltiples víctimas del conflicto y los sectores sociopolíticos, para así abrir las puertas a una reconciliación verdadera entre aquellas personas que libremente quieran dar ese paso que, en cualquier caso, pertenece al ámbito de lo personal y en ningún caso se puede imponer de manera colectiva o constituirse en un fin con mucho de “trágala”.
Las víctimas del terrorismo de Estado tienen derecho, al igual que las del genocidio franquista, a la Verdad, la Justicia efectiva y la Reparación correspondiente, incluidas las garantías de no repetición. Algo que casi la totalidad de los colectivos a los que ETA y otros grupos armados vascos han causado algún tipo de daños, ya han recibido. Mientras esto no se dé y se mantengan víctimas de primera y de segunda, no ya la reconciliación sino la convivencia normalizada serán imposibles.
La convivencia entre las diferentes sensibilidades nacionales y sociales del país, sólo podrá darse en un contexto de respeto a todos los proyectos políticos y la garantía de que cualquiera de ellos, incluida la independencia y el socialismo, se pueda concretar sin amenazas al uso de la violencia y la coacción por parte de nadie.
Algo que se puede resumir en aceptar lo que decida la mayoría respetando siempre y escrupulosamente los derechos de la minoría.
La tan manida reconciliación, que algunos pretenden imponer como un mero pase de página sobre las vulneraciones de derechos sufridos por una parte y la sacralización de las vulneraciones de derechos sufridos por la otra, pasa sin duda por la convivencia de varios relatos de lo sucedido, porque si no son capaces de convivir los diferentes relatos, las diferentes sensibilidades, los diferentes homenajes, no lo podrán hacer las personas. Pretender hablar de reconciliación cuando un relato es directamente delito y el otro se quiere imponer a marcha martillo con la misma filosofía que ya sufrimos en las escuelas vascas con la “Formación del Espíritu Nacional” a los hijos y nietas de las víctimas ninguneadas del bando legítimo, republicano abertzale y democrático, no puede ser sino el germen de futuros conflictos.