miércoles, 3 de abril de 2013

Laura, víctimas y lenguaje

Jose Mari Esparza Zabalegi, miembro de Euskal Memoria * E.H
Me he quedado perplejo con las reacciones a las palabras de Laura Mintegi en el Parlamento Vasco, que han motivado la intervención de la Fiscalía. Los medios han evitado reproducir sus palabras exactas, lo cual ya es sospechoso: “No se puede decir que estuve tan campante en el homenaje a una víctima –dijo Laura- porque absolutamente todas las víctimas que han muerto por causa política (porque no es un accidente de tráfico, no es un infarto, no es un cáncer) es una tragedia. Y además son todas evitables, absolutamente evitables porque tienen un origen político”.
Cuando las leí me pareció que rayaban más en la perogrullada que en el delito, pero visto cómo se han puesto las cosas uno tendrá que tragarse, otra vez, sus opiniones, aguantando sin rechistar los dardos de los tertulianos y columnistas “demócratas”, tan diestros en provocar a los que estamos al borde de fulminantes querellas por enaltecimiento, apología o ese etéreo “aumentar el dolor de las víctimas” que nadie sabe qué médico diagnostica.
Yo creía, (“equivocadamente” añado para que no me sacuda la Fiscalía) que todas las muertes ocurridas a consecuencia de la sublevación militar de 1936, las que produjo el franquismo para sostener su régimen y todas las que produjeron los que lo combatieron con las armas (Carrero Blanco, por ejemplo) habían sido muertes por motivaciones políticas.
Pensaba, insensato de mí, que todas las muertes del batallón Vasco-Español, del GAL, de la policía en calles o comisarías, tenían motivación política, lo mismo que las producidas por ETA y otras organizaciones. Así lo había leído en cientos de publicaciones y hasta se han editado luengas enciclopedias explicándolo. Lo deducía, tonto yo, de los miles de comunicados de todo tipo publicados, acuerdos políticos y negociaciones de sucesivos gobiernos. Decisiones políticas, creía yo, lograron la desaparición de ETA-pm, posibilitaron treguas y firmaron acuerdos, los más recientes en Lizarra-Garazi y Loiola.
Algo que en mi ignorancia veía tan elemental, ahora prohíben decirlo y si empapelan a parlamentarios por manifestarlo en la tribuna, qué no harán con los plumillas de a pie. Democracia lo llaman.
Vale pues, de acuerdo. Pero, ¿cómo calificarlos entonces? ¿Qué resquicio del lenguaje nos dejan a los que escribimos, publicamos y editamos?. ¿Acaso el robo y la rapiña fueron el móvil? No es el caso. Lo fueron en la guerra de Irak, cuyas 100.000 muescas las llevan los del PP en sus cananas. No fueron tampoco víctimas de conflicto religioso alguno, a pesar de las ostias repartidas. Ni fueron accidentes de trabajo, por supuesto, ni tampoco víctimas de género, ni de violencia sexual, ni producidas por ninguna sicopatología, porque los encierran en cárceles, no en manicomios. Decía esta semana Joseba Arregui desde 'El Correo', que la culpa es de “un proyecto político totalitario” pero tampoco sirve, porque entonces se reconoce la raíz política del conflicto.
¿Cuál es entonces la causa motriz por la que en estos 50 años ha habido 1.400 muertes, miles de atentados, 50.000 detenidos, 10.000 presos, miles de heridos y exiliados y más de 5.000 denuncias de torturas? Si no ha sido por causa de un conflicto político, ¿por qué entonces?.
Pueden decir, los que pueden hacerlo, que ha sido por culpa de una banda criminal, terrorista, etc., etc. y cuando se les acabe la ristra de adjetivos seguirá en pie la misma pregunta: ¿y cuál era el móvil si no era la política? ¿Y por qué de pronto esa “banda” innombrable, de la noche a la mañana, decide apoyar una nueva línea (¿política puedo decir señor fiscal?) que da como resultado ser el segundo grupo (político, con perdón) en la Comunidad Autónoma y Navarra?
La pinza sobre Laura Mintegi, que han apretado tantas manos, desde el PP al PNV y desde los columnistas progres a la Fiscalía, es sobre todo un alarde de hipocresía: “La víctimas asesinadas por ETA sí son víctimas políticas, sí poseen significado político” decía, literalmente, el camaleón Joseba Arregui en el artículo citado. ¿En qué quedamos entonces?
Pero también este cierre de filas en torno al uso del lenguaje, copiado de la extrema derecha española, muestra una decidida apuesta por quitarnos a un sector importante de la sociedad el derecho a salirnos del panfleto oficial sobre las víctimas, que ha actualizado el famoso “Caídos por Dios y por España”, con el que durante 50 años nos prohibieron una lectura veraz de lo ocurrido en 1936.
Prohibido pues hablar de conflicto y presos políticos. Mucho menos de gudaris, de lucha armada, crímenes de Estado, opresión nacional, lucha de clases, violencia institucional, respuesta revolucionaria… ¿Hasta cuándo señores demócratas? Porque la mentira siempre tiene caducidad y Quevedo nos sigue incitando a trasgredir: “No he de callar, por más que con el dedo, silencio avises o amenaces miedo”.